“Pensé que mi edad era un obstáculo, pero fue mi mayor ventaja”

Ernesto Paul Moreno L.

Ernesto tenía 53 años cuando fue despedido. Después de casi tres décadas trabajando como supervisor en una empresa de logística, un recorte lo dejó fuera de la nómina de un día para otro. Sin ahorros suficientes, con una familia que dependía de él y en un mercado laboral que parecía no querer a nadie mayor de 40, Ernesto sintió que su vida se derrumbaba. Durante semanas, su rutina fue enviar currículums, recibir silencios y pelear con su autoestima.

Pero el tiempo libre también le permitió ver algo que antes no podía: su experiencia valía. Sabía organizar equipos, resolver problemas, manejar clientes difíciles y, sobre todo, sabía escuchar. Entonces decidió dejar de buscar trabajo... y empezó a crear uno. Se acercó a conocidos que tenían pequeños negocios y les ofreció asesoría en logística y manejo de inventario, a cambio de una pequeña comisión. Al principio, apenas cubría sus gastos, pero fue ganando confianza, clientes y propósito.

Con el tiempo, formalizó su servicio como consultor independiente. Aprendió lo básico de facturación digital, se apoyó en cursos gratuitos en línea y hasta abrió una página sencilla para mostrar sus resultados. Su edad, lejos de ser un problema, se convirtió en su sello: los negocios confiaban en alguien con tanto recorrido. Lo que antes era rechazo, ahora era respeto.

Hoy, Ernesto no solo se sostiene económicamente, sino que inspira a otros de su generación a no rendirse. Su testimonio demuestra que reinventarse no tiene fecha de caducidad, y que a veces perder un empleo es solo el empujón que necesitábamos para empezar a vivir con más intención.

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